Romería al Santuario del Saliente

8 de septiembre

El día de la Virgen se celebra desde siempre el 8 de septiembre, Natividad de Nuestra Señora. Tanto Moreno Cebada como Bolea, se extrañan de que esta fiesta no se conmemore el 15 de agosto, Asunción de Nuestra Señora a los Cielos, ya que para ellos la imagen representa una Asunción, atribuyendo este cambio de fechas a las necesidades que impone la agricultura en estos meses. La realidad es otra: desde el origen de esta manifestación religiosa está implícita la idea de la Virgen del Apocalípsis, por lo que no tiene sentido celebrarla en agosto.

 

La documentación municipal recoge ya en 1.727 la afluencia de gente en este día, enviando a la ermita regidores y justicias para el mantenimiento del orden. En 1.804, las celebraciones tienen ya un carácter ruidoso y los cohetes y los tiros de trabuco se están generalizando. El Ayuntamiento de Albox toma cartas en el asunto y acogiéndose a las reales pragmáticas y disposiciones que prohíben el uso de armas de fuego, por voz de pregonero hace saber que no se permitirán los disparos con estas armas en el Saliente.

 

Antes del Día de la Virgen comenzaba la romería, y desde los distintos puntos de la geografía mariana del santuario, salían los devotos que iban a participar en la fiesta, andando o en mulas que cubrían sus sencillos aparejos con vistosos cobertores y zaleas, dando a la romería un carácter alegre y abigarrado. Las aguaderas de esparto portaban la paja y cebada para la bestia junto con la comida de los romeros y los manojos de albahaca junto a las limosnas en especie, que habrían de ofrendar a la virgen y a los pobres en cumplimiento tal vez de una promesa hecha en momentos de apuro.

La subida se hacía entre cantos y alegría, sin alterar el sentido religioso de quienes descalzos, en silencio o portando a hombros a la criatura que, en peligro, recibió la ayuda de la Virgen, iban cumpliendo sus promesas. Las promesas al pie de la cuesta se intensifican: se sube con los pies descalzos, de rodillas, rezando. En la cima, la alegría y la satisfacción de haber superado la dificultad y la prueba.

Al final del camino una estampa medieval se abre al visitante: pobres, mendigos, tullidos y pícaros extienden sus manos y con voz lastimera llaman a la caridad. Es el momento de cumplir la promesa de repartir el pan o la calderilla entre ellos.

Se mezcla lo profano con lo sagrado, siendo difícil diferenciarlos. Las habitaciones del claustro están abiertas para los peregrinos: lo individual se ha hecho colectivo; nada hay de nadie, todo es de todos.

El nuevo día, día grande, se comenzaba con nueva procesión de la imagen, misa solemne con diáconos y orador sagrado, entre ruidos de cohetes que sin cesar se disparaban desde la tarde anterior. Mirando al valle, la Virgen se había detenido y culminaba la emoción con el canto de la Salve que, en la prolongación de sus notas, se convertía en sentida meditación. Los vivas a la Virgen del Saliente, a la Pequeñica, llenaban la plaza y el templo entre la algarabía de los puestos de turrón, de velas, licores y recuerdos piadosos que daban ese aire de fiesta en ruptura con lo cotidiano, con predominio del exceso y como adelanto de la gran fiesta, eterna, siempre esperada.

Mientras tanto en Albox, una alegre juventud sigue a los mayores en el testimonio de una tradición. Subir andando al Saliente es un rito que se perpetúa cada año, renovando con nuevo estilo viejas costumbres. En los últimos tiempos comienza la romería  con un acto a las doce de la noche en la Parroquia de Santa María, cuyo centro es la felicitación a la Virgen con el canto de la Salve. Empieza a caminar y las antiguas promesas se mezclan con las nuevas; no falta algún estudiante que en su mochila lleve los libros de las asignaturas que en junio no superó.

El camino se inicia y como luciérnagas luminosas se ven en la noche las luces que indican la marcha. Un alto se hace obligado en el bar de Bernardo en Las Pocicas, donde comienza a notarse la fatiga que con un bocadillo se alivia. se reemprende el caminar, se pasa por los Aceiteros y poco después comienza el tramo más duro: !Hay que subir la cuesta!

El itinerario ha cambiado poco y el cansancio se acusa al coronar la cima. Algunos romeros buscan un sitio donde descabezar un sueño, mientras los automóviles van llenando la carretera y accesos al Santuario. Las misas comienzan al amanecer y entre cohetes, altavoces y bullicio, se suceden las idas y venidas una vez cumplida la promesa, encargada la misa, hecha la ofrenda de albahaca y flores o efectuando el donativo. Después de la Misa Mayor a la una de la tarde, la imagen sale en procesión. La Salve se cantan como antes, con la imagen mirando al valle: la fiesta continúa hasta el anochecer renovándose continuamente la gente que desde los más diversos lugares visitan el Santuario.

Todo es orden, hasta en los mendigos que siguen esperando la limosna y que en autocares van haciendo el recorrido Saliente, Monteagud, Tices y Bacares. Un aire nuevo se respira, manteniendo lo fundamental como nota: la devoción profunda a la Virgen del Saliente.

PEDRO Mª Y ANTONIO FERNÁNDEZ ORTEGA: "El Santuario del Saliente. Historia y Vida" . 1985