Plegaria a la Virgen del Saliente.

Oración por mi tierra.

María Dolores García García - Agosto 1.988

Premiado por el Exmo. Ayuntamiento de Albox en el Concurso Literario convocado por la Comisión de Cultura del Ayuntamiento,  con motivo de la Coronación de la Virgen, por si estiman conveniente el publicarla en la pagina del Santuario. El jurado estuvo compuesto por: Julio Alfredo Egea, Juan José Ceba y Mª Jesús López.

 

Estaba templada la mañana, como acostumbra a amanecer en esta tierra, por el cielo grisáceo amanecía, el sol tímidamente aparecía borrando con su luz a las tinieblas.

Yo triste, solitaria, subía por estas sierras de la tierra mía, a estar un rato con mi Virgen, a contarle mis luchas, mis penas y alegrías…

Llegué al santuario a media mañana, el sol ya calentaba y relucía, entré en la iglesia, miré a mi Virgen y empecé a hablar con mi virgen del Saliente.

Tantas cosas tenía que decirle, que no acertaba a decir siquiera la primera, y tuve que contentarme con decirle:

Madre, aquí estoy, junto a ti, aquí a tu vera. Mis palabras no aciertan a decirte lo que tanto quisiera, quisiera decirte tantas cosas de mi lucha diaria y mis miserias. Pero tú sabes de mi vida tantas cosas, tú sabes de mi vida la primera lo que es la lucha diaria de mis días, lo que ocurre en el trabajo, en casa, en las tareas.

Estoy aquí para contarte a corazón abierto, esta lucha diaria de mi vida, esta vida del Valle de mi tierra.

Débil soy como paloma herida y vengo a pedirte fortaleza.

Bendice mi hogar, mis hijos, mi familia. Bendice la juventud de esta mi tierra, esta juventud que has puesto tú en mis manos y que espera una vida futura con encantos, con ilusión y con tinieblas.

He venido, Madre, hoy a hablar contigo, a hablar de tus hombres, de sus penas, a decirte de su trabajo diario, de sus dolores grandes y sus quejas.

Quizá ellos no acierten a decirte lo que sufren, lo que viven, lo que esperan…

Bendice al obrero, al campesino, al hombre en paro y a la mujer trabajadora, al niño enfermo y al viejo pensativo…, a todos tus hijos que viven a lo largo del sendero.

Al obrero que cada mañana con su pico, su pala, su cemento y su arena va construyendo las casas donde habitan los hombres de este suelo.

Bendice al campesino, que con arado, reja y trillo va labrando los campos de mi tierra para que dé fruto a base de tormentos.

Bendice al hombre en paro…, al mercader…, al visitante…, bendice a la mujer trabajadora, que con su esfuerzo diario y su trabajo va construyendo la vida de mi pueblo.

Bendice a las madres de familia, que cogen a sus hijos en su regazo y le dan su cariño, apretando a sus hijos en sus brazos.

Bendice a los que lejos de esta tierra se encuentra trabajando en Alemania, en Suiza…

Bendice también a los que ya están contigo en esos cielos claros e infinitos.

Bendice, Madre, todas las cosas que forman nuestro Valle: el cielo azul, la rambla tan reseca, la espiga de mis campos, las pequeñas florecillas, los olivos verdes y los almendros floridos.

Estrella de los mares, Luz del día, Señora de los cielos y la tierra, bendice a tu pueblo tan querido que hoy junto a ti, Madre, hoy se congrega.

Consuelo de los tristes, Auxilio de los pecadores, Madre de los afligidos llena de gozo nuestros corazones.

Pon paz en las familias, ayuda a los jóvenes a caminar por el sendero recto, pon luz en nuestra vida…, mira con tus ojos plácidos los hijos de tu valle, su lucha diaria y sus pesares.

Madre de los Desamparados del Saliente, Tú que estás en los cielos gran Señora, atiende los gemidos de tu pueblo y tiende tu mano poderosa.

Oye a tus hijos contentos o apenados, ¿no ves con cuanta fe te imploran?. Acoge con tus manos nuestras súplicas y pon bálsamo a todas nuestras cosas.

Ya suben tus hijos cuesta arriba, ya están aquí Señora, ya está el santuario lleno de tus gentes, el claustro, los pasillos, tu ermita, ya vienen contentos o apenados, pero vienen a ver su “Pequeñica”.

El monte está de fiesta esta mañana, las gentes de tu valle están contigo, hoy renace la nueva primavera.

Pon paz y alegría en su vida y acrecienta su fe verdadera.

Yo estoy aquí, aquí, Señora, rezando por mi tierra. Como pájaro herido está mi alma, como flor sin su aroma y sin su viento, como rio sin agua, como flor sin sus pétalos.

Cura las heridas de mi alma, perfuma el aire de mis vientos, pon agua en los cauces de mi vida y en estos suelos resecos, recoge Tú, los días de mi vida como hojas caídas o la flor de mi vida sin sus pétalos.

Yo, a cambio, no tengo nada que ofrecerte, sólo mi vida gris, mi trabajo, mis tareas…, quizá, sólo quizá, pueda ofrecerte, Madre, el perfume suave de la rosa agradable de mi alma.

 Guarda tú la rosa de mi vida, tenla siempre a tu lado bella y hermosa, que quiero ser rosa de tu trono allá en los altos cielos de la gloria.

He venido tantas veces a verte, Madre mía, aquí a tu santuario, que cuando no estoy aquí, mi alma va volando por los vientos buscando tu regazo. Tú me das consuelo, alegría, tu guías la débil y pobre barquilla mía.

A veces me pregunto qué sería sin Ti en esta tierra, cuántas veces me pregunto ¿por qué hay en mi vida alegría…? ¿cómo es posible que mi alma ría y que mi corazón, a veces triste, sienta un rayo de luz en las tinieblas?. Debes ser tú, Madre, la que ahuyente las nubes, los nubarrones que marcan mi existencia.

No sé qué decirte más, mi Madre amada, tú sabes que soy paloma herida de mi tierra.

Yo quiero que la vida de mi Valle renazca al lado de tu sierra y que cada mañana, al despertar el alba, te acuerdes de mi tierra y des a tus hijos amor y fortaleza. Yo quiero tantas cosas para la gente de mi tierra que estaría horas y horas contándote sus necesidades, sus luchas y sus penas.

En este valle de la vida, en este valle de tu tierra, extiende tu manto, Madre amada, y quítanos todas, todas nuestra penas, que al niño, al viejo, al obrero, al hombre en paro, nunca, nunca le falte tu consuelo.

Estoy aquí, aquí, Señora, rezando por mi tierra.

 Mañana volveré a mi trabajo, a la lucha diaria de mis días, a la tarea… pero tú vendrás conmigo cada instante a suplir mis torpezas y donde yo vaya, que no esté mi miseria, que donde yo vaya a ti, a ti,  Madre, te vean. Que tu dulzura, tu amor y tu esperanza yo irradie en la tierra, que sufra con los tristes, que con el pobre yo comparta mi hacienda.

No sé que más decirte, Madre mía, adiós, hasta siempre, tú sabes que soy paloma herida y necesito tu amor, tu ayuda y fortaleza.

 

 

ATRAS