Leyenda de la Imagen y el Santuario del Saliente según D. Emilio Moreno Cebada. Año 1.865
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HISTORIA DE LA IMAGEN Y SANTUARIO DE NUESTRA SEÑORA DEL BUEN RETIRO
DE LOS DESAMPARADOS DEL SALIENTE
Guardaba en su corazón el dulce recuerdo del
favor singular que recibiera de la Virgen María teniendo presente su
fisonomía y hasta sus más mínimos detalles. Obediente a una
inspiración interior ó tal vez a una orden expresa de la Señora que
le fuera comunicada en la noche feliz de la aparición fue su primer
cuidado, luego de haber tomado posesión del curato, de hacerse con
una Imagen de Nuestra Señora, que fuera lo mas parecida posible al
original que había visto en la falda de la Sierra del Saliente, para
que fuera objeto de veneración para los fíeles de aquella localidad.
Llegaron
los comisionados a Guadix, donde determinaron pasar la noche y
descansar de las fatigas
del viaje. Hospedáronse a este fin en una posada, en la que
preparada la cena se les presentó un sacerdote desconocido, con el
que se pusieron a departir amigablemente. Versó la conversación
sobre el objeto del viaje que habían emprendido, manifestando al
sacerdote los deseos que tenían de encontrar una Imagen de la
Santísima Virgen, según las instrucciones que le habían sido dadas.
Luego que el sacerdote los hubo escuchado les manifestó que él
poseía una imagen que creía les había de agradar, y que sí querían
pasar a verla, entrarían en trato toda vez que les conviniese.
Accedieron á ello y acompañados del sacerdote se dirigieron á una
casa, donde aquél les mostró la Imagen de que les había hablado.
Agradóles sobre manera á los comisionados de Albox, los que habiendo
quedado convenidos en el precio, la condujeron llenos de gozo á la
posada. Trataron de entregar la cantidad estipulada al sacerdote;
pero éste se negó á recibirla pretestando no querer llevar dinero de
noche y ofreciendo volver a la mañana siguiente.
No cabían en sí de puro gozo los comisionados que
sentían rebosar sus corazones en las mas dulces expansiones,
deseando regresar á su pueblo creyendo que habían desempeñado
satisfactoriamente su cometido. Durante la noche no pudieron cerrar
sus ojos y la pasaron en su mayor parte hablando de la Imagen.
¡Feliz Albox! abre tus puertas y tañendo los instrumentos músicales; recibe como á un ángel de ventura, a la hermosa Esther que intercederá continuamente por ti: a la valerosa Judith, que con mano fuerte cortará la cabeza al monstruo infernal para que no os arrastre por las sendas de la perdición. María te ha elegido por su pueblo propio y peculiar, para que permanezcan siempre fijos en ti sus ojos y su corazón. Esa Imagen, objeto de adoración, es la prenda de un amor mutuo y permanente entre la Madre de Dios y vosotros.
La Imagen de Nuestra Señora de los Desamparados es bellísima, y no puede mirarse sin sentirse dulcemente impresionado. Su aptitud es de la Asunción a los cielos, cuyo misterio parece representar. Holla con sus pies una serpiente de siete cabezas, y apoya ambos sobre una medía luna: su mirada está fija en el cielo; su estatura es como unos cuarenta centímetros; su rostro fino y sin el más ligero defecto: su vestido exterior que es de la misma materia de la Imagen es blanco é imita al tisú de oro, sembrado de delicadas rosas encarnadas; su manto azul con estrellas doradas como henchido por el viento. Está la Imagen sostenida por dos Querubines tan delicados y hermosos que no desmerecen en nada del mérito de la Señora, sus ropas son también finísimas de varios colores, figurando el tejido del tisú y su posición como haciendo esfuerzos para levantarla en alto y conducirla al cielo. Todo el conjunto de tan bello simulacro, admira, arrebata la atención y mueve el entendimiento a la contemplación de las gracias, la hermosura y los demás dones con que fue enriquecida y adornada, la criatura feliz y bienaventurada que fue preservada de toda mancha desde el principio y antes de los siglos para Arca verdadera de la nueva alianza, Madre del Redentor de la estirpe culpable, y vida, dulzura y esperanza de los míseros mortales. El que por primera vez visita a la Santa Imagen de Nuestra Señora del Saliente, no puede menos de exclamar como la reina de Saba en presencia del sabio hijo de David: «cuanto veo es superior a lo que canta la fama.»
La devoción a esta Señora cundió con tanta rapidez,
que su pequeña ermita donde hemos dicho que fue colocada, se veía
continuamente llena de fieles que acudían a venerarla, y a impetrar
por su intercesión las misericordias del Señor. Esto movió al
beneficiado don Domingo Oller a solicitar permiso para ensancharla,
alegando en su petición, no solamente su estrechez, sino también la
próxima ruina que la amenazaba por estar carcomida la madera del
techo. El permiso fue concedido por el cabildo eclesiástico de
Almería en 13 de agosto de 1761, y confirmado en 2 de marzo del
siguiente año por el obispo don Claudio Sans y Torres.
Construyóse, pues, un magnífico edificio con
su Iglesia a la parte de poniente, formando todo un paralelogramo,
de mucha solidez, perteneciendo su arquitectura al orden compuesto.
Tiene la Iglesia cinco altares y sobre el del centro o mayor hay un
camarín en el que está colocada la hermosa y milagrosa Imagen de
Nuestra Señora, cuya descripción hemos hecho, aunque en ligero
bosquejo por no permitirnos otra cosa la escasez de nuestros
conocimientos, a la que puede suplir la buena voluntad que nos
anima.
Describir
ahora el entusiasmo y regocijo, la animación religiosa con que es
celebrada la fiesta de Nuestra Señora del Buen Retiro o Desamparados
del Saliente, es empresa difícil de llevar a cabo. La pluma no puede
dar cuenta de un espectáculo tan tierno como encantador. Tenemos la mayor satisfacción en consignar, que lo que acabamos de decir no tiene lugar en la popular fiesta y romería de la Virgen del Saliente. Allí todo es fe, todo piedad, todo santo entusiasmo. Sí es una triste verdad que el ángel de la incredulidad, cierne sus negras alas sobre la familia humana, si ha podido la impiedad hacer algunos progresos en la España, país eminentemente católico, trono de los Recaredos y Fernandos, y patria de Teresa de Jesús y de otra multitud de santos, no ha podido penetrar en aquella feliz comarca, protegida especialmente por la Virgen María. Allí se ven aun los restos de los antiguos tiempos y las costumbres patriarcales que resplandecían en nuestros mayores. ¿Será tal vez que en aquellos pueblos no ha resplandecido aun la luz de la moderna civilización? !Desgraciado progreso el que arranca la fe de las familias y la tranquilidad al corazón!
A la fiesta de nuestra Señora del Saliente concurre un gentío inmenso de todos los pueblas circunvecinos hasta la distancia de diez, doce y mas leguas. Ricas cabalgatas, reuniones o grupos en los que se ven niños que aun juguetean en el regazo materno, apuestas doncellas llenas de gracia y de candor, ancianos cuyas piernas apenas pueden sostener el peso de sus cansados cuerpos, corren presurosos a ofrecer homenajes de respeto a la Reina del cielo y de la tierra. Entre los que entran de rodillas desde la puerta del santuario hasta el altar se advierten personas de toda edad, sexo y condiciones. Por todas las avenidas escúchanse las inocentes canciones del país acompañad as de instrumentos rústicos. ¡Que cuadro tan consolador! A su vista se cree el hombre de fe trasladado a los primitivos tiempos del cristianismo, a aquellas asambleas de fieles que vivían unidos por los estrechos vínculos de la caridad en la adoración del verdadero Dios. Tal es la devoción que se advierte que no es raro ver personas que arrodillándose a la falda de la sierra suben de aquél modo hasta llegar al santuario, atravesando la dilatada y penosa pendiente, siendo en mucho mayor número los que en cumplimiento de promesas hechas en días de calamidad suben descalzos.
La función religiosa da principio con las
vísperas solemnes que se cantan en la tarde del día siete, Rosario
por la noche, después del cual es sacada procesionalmente la Imagen
por la explanada que forma la falda de la sierra en el sitio del
santuario, a tal elevación que desde ella se ve el mar que dista
nueve leguas, y las embarcaciones que le surcan. En el siguiente día
ocho se celebra la función dando principio haciéndose nueva
procesión con la Imagen, y misa solemne con Diáconos, en la cual se
pronuncia el Panegírico de la Señora, por algún orador sagrado de
los de más reputación, que lo hacen por lo común sin retribución
alguna, habiendo casi siempre quien pretenda ocupar la cátedra
sagrada, por el honor de elogiar a la bienaventurada Madre de Dios
en este su bello simulacro.
Para atender al cuidado del santuario hay un
coadjutor retribuido en la actualidad por el tesoro publico a cuyo
cargo están los libros de las entradas y salidas de fondos, bajo la
inmediata intervención del cura Párroco, cuyas cuentas se rinden
cada año al Diocesano. Hay además tres hermanos limosneros, y otra
persona destinada al aseo interior del santuario.
De vez en cuando, por acuerdo del señor cura
párroco y del Ayuntamiento es conducida la santa Imagen al pueblo,
bien en las calamidades públicas que amenazan o se experimentan,
bien para tributarle el debido culto, para lo que no se escasean
gastos de ninguna clase, para los que son suficientes las limosnas y
ofrendas voluntarias de los fíeles. Admirable y encantador es el espectáculo que presenta la salida de la Santísima Virgen de su santuario y su conducción a la Parroquia. Al toque de campanas que anuncia la triunfal marcha de la Imagen de la Reina de los cielos se ven salir de los cortijos y casas de campo que hay a uno y otro lado de la rambla, hasta la distancia de dos leguas, numerosos grupos de hombres, mujeres y niños de ambos sexos que apresuradamente se dirigen al camino a despedir a la que es objeto de su cordial amor, y a contestar a las salves que continuamente se cantan a coro, haciendo resonar entre las selvas las voces de sus moradores ahogadas por los sollozos de su religioso júbilo en unos, y el pesar en otros de verse privados aunque por peco tiempo de la que es su consuelo y esperanza. Tanto es el afecto que demuestran y de tal modo se agrupan al rededor de la venerable efigie que se haría intransitable el camino, sin la intervención de las autoridades y de la Guardia civil.
¿Quien
podrá ahora describir el tierno espectáculo de la entrada de María
en su pueblo amado? ¿Quien se atreverá a pintar con vivos colores
las ovaciones que recibe, las entusiastas aclamaciones, las
bendiciones que resuenan por los aires? Todos los vecinos grandes y
pequeños esperan con santa impaciencia la venida de su amantísima
protectora, a la que reciben con el mayor regocijo y un afecto
verdaderamente fiel. Frente a la Parroquia preparan los vecinos una mesa adornada modestamente: en ella es colocada la Imagen donde el sacerdote que la acompaña quita el velo que cubre al fanal, quedando en profundo y religioso silencio el extraordinario número de personas que no solamente de Albox sino también de los pueblos inmediatos, han sido atraídas por la fervorosa devoción, con que por todos es venerada. A1 descubrir la Imagen, un grito unánime de VIVA MARÍA SANTÍSIMA, sale de los pechos de todo el concurso; entusiasmo que hace verter lágrimas de consuelo a sacerdotes y legos, y cuantos presencian este religioso acto. El hombre mas tibio en sus creencias no puede menos de sobrecogerse y experimentar en aquellos momentos sentimientos los más religiosos. Descubierta la Imagen, se adelanta el Párroco y haciendo una reverente inclinación, la inciensa, y se entona el himno del Magnificat dirigiéndose la numerosa comitiva a la Iglesia Parroquial, en medio de aclamaciones, músicas, repique general de campanas y cohetes; colocada des pues la Imagen en el lugar al efecto preparado se canta una solemne Salve, con la que termina la función religiosa de aquella tarde. En los nueve días siguientes hay misa solemne, novena, rosario y dos o tres días procesíon. Concluido el novenario es llevada a visitar la ayuda de parroquia donde se celebra misa solemne, y rosario por la noche, recorriendo varías calles siempre con el mismo entusiasmo y devoción por parte de los fíeles. Don Emilio Moreno Cebada. Año 1.865
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